02/03/10
Tras dos años de proyecto, el tren bala está completamente parado
Sin el financiamiento, sólo rige la póliza del seguro; las adjudicatarias son escépticas
Aún estaba reluciente la banda presidencial, cuando Cristina Kirchner, 
      a poco más de un mes de haber asumido, en diciembre de 2007, adjudicó la 
      obra pública más fastuosa que pensó el kirchnerismo. 
      Era el 16 de enero de 2008 y la Presidenta asignó la construcción del tren 
      de alta velocidad que uniría Buenos Aires con Rosario y Córdoba. Entonces 
      se anunció que, en un lapso de entre 30 y 36 meses, el tren estaría corriendo 
      a velocidades de hasta 300 kilómetros por hora por el medio de la "pampa 
      gringa", como esa tarde definió la zona la Presidenta. Pasaron 25 meses 
      y no hay un solo durmiente puesto; la obra nunca logró anudar el financiamiento 
      que necesitaba y todas las carpetas que hablan del polémico tren están más 
      cerca del archivo que de volver a ponerse en la mesa de prioridades. 
      Entre las compañías Alstom, Iecsa, Emepa e Isolux Corsan, adjudicatarias 
      del proyecto, la desazón sobre el futuro de la megaobra domina las tertulias. 
      Apenas se le puede oír el pulso al enfermo terminal. Lo único que le da 
      vida es una póliza de seguro de caución, que semestralmente el Gobierno 
      pide actualizar, que garantiza la oferta que alguna vez se hizo. 
      El destino que le cabe al tren de alta velocidad bien se podría resumir 
      en una frase de un encumbrado ejecutivo de una de las adjudicatarias de 
      las obras. "Estoy cansado de poner dinero en esa póliza de caución. 
      No sé por qué el Gobierno no le da de baja al proyecto de una vez por todas 
      en vez de mantener esa oferta", se sinceró el hombre, que alguna vez 
      se frotó las manos con los números del proyecto. La póliza de caución es 
      el respirador artificial de la iniciativa. Sucede que cuando se adjudicó, 
      en enero de 2008, el contrato se firmó por seis meses de plazo. En ese período 
      debía cerrarse el esquema de financiamiento. Pero los seis meses pasaron 
      y nadie arrimó un solo peso a la construcción de la obra. Desde entonces, 
      cada seis meses, el Gobierno da una prórroga y las empresas vuelven a garantizar 
      la vieja oferta con la póliza. Ese es el único movimiento que se puede ver 
      de aquella vieja ambición kirchnerista. 
      En otra de las compañías ligadas al consorcio ganador, se rieron casi a 
      carcajadas cuando LA NACION preguntó si había alguna posibilidad de que 
      finalmente alguna vez se plantara un durmiente en ese corredor. "¿Pregunta 
      por el tren bala? -contestó-. No sé nada; ha quedado tan lejos que ya no 
      sé ni en qué está." 
      De a poco, la francesa Alstom, principal impulsora, se fue convenciendo 
      de que la posibilidad de concretar el ferrocarril se alejaba. Hubo intentos 
      por reconvertir el proyecto y poner coches que circularan a 200 y no a 300 
      kilómetros por hora, como una medida para reducir costos, y hasta se buscó 
      iniciar una etapa y, sólo después de una entrega parcial que mostrara las 
      ventajas de la tecnología, avanzar en el resto de la traza. 
Sin financiamiento
Pero el peso de aquella licitación se fue esfumando. "Es una pena, 
      porque alguna vez estuvo el financiamiento acordado con el banco Natixis. 
      Pero en ese momento, el Gobierno se peleó con el campo, empezó la incertidumbre 
      económica y entonces se dispararon todas las tasas de interés, lo que tornó 
      impagable la obra", confió uno de los hombres que negoció palmo a palmo 
      los créditos para la obra. 
      Más allá de mantener la oferta vía póliza, algunos de los adjudicatarios 
      sostienen que, en las condiciones actuales, tampoco sería muy fácil terminar 
      la obra con los alrededor de 4000 millones de dólares que estaba presupuestado. 
      "Si llegase a salir, hoy no se podría pagar con ese dinero", dijo 
      un hombre de una de las empresas. 
      Transcurría la tarde del 16 de enero de 2008. La presidenta Cristina Kirchner 
      estaba frente al ministro de Transportes francés, Dominique Bussereau; el 
      embajador de Francia en la Argentina, Frédéric Baleine du Laurens, y varios 
      gobernadores y ministros. "Estamos dando un salto importante a una 
      modernidad diferente, a una Argentina diferente, que viene a complementar 
      un desarrollo en materia de articulación vial, de comunicación, de transporte 
      que estamos desarrollando fuertemente en todo el país", dijo. 
      La aplaudieron a rabiar. Hoy ya nadie recuerda esos momentos optimistas. 
      (La Nación)
    
